Color Miel, despertares por la vida (+vídeo)

Crisel Lo Cartaya argumenta el identificativo del proyecto porque es una zona de apicultores de gran prestigio que también tienen su espacio entre las líneas de trabajo.
Un proyecto comunitario transforma la existencia en un segmento semirural de Caibarién con puertas abiertas a la participación colectiva.
Por Ricardo R. González
Fotos: Carlos Rodríguez Torres
Color Miel identifica a un proyecto sociocultural comunitario. Quizás por esa transparencia que impregnan las abejas al producto de su laboriosidad, o por la dulzura implícita en las buenas intenciones de sus realizadores para colorear la vida.
Cada día exploran nuevos horizontes. Esos que llegan al reparto La Torre, perteneciente al consejo popular caibarienense # 4, conocido por El Crucero, donde habitan más de 1200 lugareños. Entre el ir y venir de la gente aparece Crisel Lo Cartaya, artista de la plástica cubana, quien ha compartido su vida entre La Habana y la Villa Blanca, a fin de dar riendas sueltas a lo que resulta un incentivo.
Se siente útil cuando aprecia los avances, y no duda en decir que el objetivo primordial lo constituye la reanimación cultural de una zona alejada del centro de la ciudad, sin divorciarla del necesario rescate de los valores patrimoniales, arquitectónicos, históricos, del cuidado del medio ambiente, y de aquellos espacios, antes abandonados, que ya disponen de otra dimensión social.

La temática medioambiental dirigida a la infancia ocupa un lugar preferencial con el especialista Félix Alexis Correa Álvarez. (Cortesía Color Miel)
Aunque las artes plásticas asumen el protagonismo no se descarta la armonía con las manifestaciones danzarías, el teatro, la artesanía, las nociones de corte y costura o la incursión por las innovaciones culinarias. Todo en un amplio abanico creado por los propios vecinos que resultan los actores principales. A ellos se unen artistas y profesionales de renombre para dejar su sabia y compartirla en colectividad.
Y es que el hogar de Crisel se ha convertido en centro de interacción cultural. Allí sesiona el taller de artesanía y despunta, a la vez, como galería. Cuadros por aquí y por allá, fotos de los sueños cumplidos, plantas ornamentales que decoran el lugar, mientras en el césped de la entrada o por los alrededores, del bien llamado Jardín de sueños, aparecen flamencos, delfines, tortugas, dos palomas amorosas que descansan en un tronco, una fuente imaginaria… De todo un poco realizado en figuras, como especie de escenografía que aguarda para recibir a quienes entregan energía.
Si desea contemplarla no hay que tocar a la puerta porque es la casa común, y fuera de su perímetro existe más. Los mostradores de los establecimientos aparecen animados con los dibujos del proyecto, y en las fachadas de las viviendas pudiera aparecer Elpidio Valdés con su inseparable María Silvia, algún detalle que denote Naturaleza, u otro relieve de auténtica cubanía.
En los tramos del camino no se descartan mensajes alegóricos al Medio Ambiente, o sorprende, de manera inanimada, una gigantesca tortuga o un cerdito con aires de bienvenida.
CAMBIO DE IMAGEN
Una de las reliquias comunitarias del sitio es El Fortín, erigido en 1894 durante las guerras de independencia en Cuba, con el propósito de proteger intereses de las autoridades españolas a finales de la etapa colonial.
Es el único conservado en ese territorio, declarado Monumento Local en 2008. El panorama anterior ofrecía una imagen deplorable, utilizado para malas prácticas, hasta que los integrantes del proyecto lo asumieron y le propiciaron otra dimensión. En su interior existe un pequeño museo fotográfico como antesala para adentrarnos en el diverso mundo que ofrece Color Miel.
«Otra de las transformaciones aparece en el Círculo Social, los niños se sienten felices, y realizamos múltiples acciones deportivas, celebración de cumpleaños, variadas competencias, y entrega de reconocimientos, entre otras. Además de denominarlo Salón Color(ama)», sustenta Crisel.
— Sin embargo, las directrices de Color Miel van más allá,,,
— Trabajamos con las vulnerabilidades comunitarias, analizamos la manera de llegar a las familias disfuncionales porque el proyecto es inclusivo. Niños insertados a los niveles normales de enseñanza y no han tenido que recurrir a centros especiales como se indicó en determinado momento.
«Una de las primeras tareas fue acercarnos a la escuela. Estaba muy deteriorada, con filtraciones, falta de agua, de pintura, incluso en un momento se habló de cerrarla. Ello resultó el detonante. Los padres se reunieron, y entre todos la transformamos.
«El plantel resulta un lugar importante en nuestros objetivos. Se hicieron múltiples iniciativas al retomar las parranditas de El Crucero, y hasta surgió una pequeña carroza… Crecieron las motivaciones ante algo renovador que estaba ocurriendo».
ACTORES Y COLABORADORES
En el reparto La Torre han revolucionado la existencia. Color Miel traspasa la epidermis de los habitantes para interiorizarlo como suyo. Jóvenes realizadores y talento artístico desarrollado a partir de las peñas se incorporan a las actividades. También los aportes de la mamá de Crisel, (Cricel Cartaya Claro) como activista de primer orden, junto a los diversos orfebres, y las costureras que salen de los marcos hogareños para enseñar sus habilidades.
Entre los diversos perfiles trabajan el libro manufacturado. Un artesano del municipio ha impartido clases relacionadas con este tipo de papel, y son los propios niños quienes ilustran los libros en función del texto.
Si de colaboradores se trata sobresale Félix Alexis Correa Álvarez, especialista principal del Grupo de Manejo Integrado Costero del Centro de Estudios y Servicios Ambientales de Villa Clara (Cesam), quien un día se acercó al proyecto. Desde entonces quedó atrapado con la idea al constatar los resultados.
«Comenzamos a realizar talleres de conjunto debido a que la temática medioambiental toma fuerza para incentivar las acciones a favor del reciclaje, la conservación de la biodiversidad, el uso sostenible de los recursos naturales en un segmento notoriamente importante como lo es la infancia a fin de crear conciencia desde edades tempranas», afirma.
No es extraño entonces que allá en la Pérgola, rodeada de un entorno peculiar, se ofrezcan conversatorios en torno a la Naturaleza, a impedir que un ave resulte herida por la acción vandálica de un tirapiedras, a la necesidad de regar las plantas como sustento de vida, o que mediante el dibujo aparezca un S.O.S. consciente ante el holocausto que sufre la Amazonía propiciado por los devoradores incendios.
— ¿Y qué opinan los pequeños al respecto?
— Beily del Río Llanes (10 años. Escuela Esteban Hernández Alfonso): Nos han enseñado a reutilizar los materiales, a tener más disciplina y que prime la alegría. Si hay algo que sale mal hay que resolverlo, pues no podemos olvidar las cosas logradas.
— Hecglip Antonio Just Valdés (12 años. Escuela José Martí): El proyecto me ha ayudado a conocer más del medio ambiente, y nos integra a las actividades culturales, recreativas y deportivas, entre otras.
Seguiré aquí, y en medio de todo nunca pensé aprender a poner botones, hacer ojales, y dobladillos.
Crisel Lo Cartaya aprecia la oralidad de los pequeños, y le satisface al reflejarlo con una sonrisa en su rostro, mas sepa que lo percibido económicamente por su obra artística, ajena totalmente a Color Miel, lo invierte en función del proyecto.
— No te parece raro en estos tiempos?
— Soy miembro de la UNEAC, y otros integrantes también lo hacen. Si tenemos la posibilidad de transformar el universo con lo que hacemos es un regalo a la vida, una satisfacción espiritual, aunque deben estudiarse otras posibilidades de financiamiento que no vendrían mal.
Color Miel fue fundado en un octubre de hace casi ocho años vísperas del Día de la Cultura Cubana. El intelecto y las iniciativas no se detienen. Por ello pretenden acentuar más la temática medioambiental, y sumar a los cuentapropistas y representantes de otros sectores a los intereses colectivos.
Ya se construye un organopónico destinado a la comunidad y continuarán los talleres realizados cada año que han estado dedicados al rescate de los valores patrimoniales, de los juegos tradicionales, y a la influencia de la comunidad china en Cuba, por citar algunos. El próximo estará vinculado a la Tarea Vida y el Medio Ambiente.
Mientras tanto Crisel, sus colaboradores, y los habitantes del reparto La Torre prosiguen sus sueños en busca de que cada alborada traiga el bienestar comunitario irrigado por el alma, o más bien el incentivo que haga realidad el lema: «El color nos da alegría y la miel nos endulza la vida».
RECONOCIMIENTOS
— En 2017 resultó el proyecto comunitario más relevante de la región central que posibilitó la asistencia al evento nacional del pasado año para figurar entre los diez finalistas en el país.
— Distinción de la Humildad por el trabajo comunitario, otorgada en la Feria Internacional del Libro de La Habana.
— La Editorial Gente Nueva lo reconoció entre las exposiciones de impacto en el complejo Morro Cabañas.
— Participación en Italia en Festival de Tradiciones en base a la presencia china en Cuba.
— Distinciones por el trabajo a favor de la danza y el teatro, como Comunidad Saludable por las acciones sostenidas a través de los años, y otras entregadas por la Casa de Cultura Municipal.
https://www.youtube.com/watch?v=Cu1rs2xtTcE
También puede ver este material en:
https://twitter.com/riciber91
http://soyquiensoy.blogia.com
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septiembre 3, 2019 - Posted by ricardosoy | Enlaces | artes plásticas, Caibarién, comunidad, cuba, Cultura, Medio Ambiente, Naturaleza, Sociedad, Villa Clara
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Ricardo R. González, graduado de Filología en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, Cuba, en 1982. Laboro como periodista en el periódico Vanguardia, de la provincia de Villa Clara, en una profesión a la que he dedicado gran parte de mi vida, y me ha traído múltiples satisfacciones. Soy un terrícola más en busca de la paz y del bienestar de los semejantes. Si me aceptan… AQUÍ ESTOY.
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